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《教汉语,走世界》Enseñar chino, recorrer el mundo

Experiencia y reflexión de enseñanza al grupo “pequeña ONU”

by Xinyu Wang 08 Sep 2025 0 Comments

La Universidad de Lengua y Cultura de Beijing es una institución de educación superior con un marcado ambiente internacional, cuyas raíces están profundamente arraigadas en el fértil suelo de la cultura china. Los cinco mil años de civilización china, con su inmenso atractivo, han cautivado a jóvenes de todo el mundo que vienen a BLCU a estudiar el idioma chino. A lo largo de más de 60 años, la Universidad de Lengua y Cultura de Beijing ha formado a un gran número de talentos internacionales competentes en chino y conocedores de la cultura china, provenientes de 189 países y regiones. Como una soldada en esta primera línea de batalla, siempre he luchado en el frente de la enseñanza y me siento profundamente orgulloso de ello.

A lo largo de más de cuarenta años de experiencia docente en China y en el extranjero, he enseñado a estudiantes procedentes de más de sesenta países, siendo la mayoría de ellos hablantes nativos de francés y de español. Entre mis alumnos ha habido universitarios llenos de energía, así como profesionales de distintas edades, entre ellos empresarios, funcionarios gubernamentales, empleados bancarios y profesores universitarios. El mayor de todos tenía 72 años. Aprender y vivir con ellos me ha hecho sentir que mi vida es plena y significativa.

A los treinta años comencé a enseñar a estudiantes cuya lengua materna era el francés. Al principio eran estudiantes africanos de la República Democrática del Congo, la República del Congo, Burundi, Guinea, Camerún, Benín y Malí. Más tarde tuve también alumnos de Suiza, Bélgica, Francia, Luxemburgo y Austria. A lo largo del tiempo llegué a impartir clases en gropos que bien podían llamarse “pequeña ONU”.

En la década de 1980, en mi clase había estudiantes de países como España, México, Colombia, Japón, Corea del Sur, Tailandia, Vietnam, Cuba y Chile. Para los estudiantes hispanohablantes resultaba bastante difícil estudiar con manuales en inglés. El tiempo de preparación nunca les alcanzaba, y se veían obligados a dedicar el doble de esfuerzo al aprendizaje del chino: primero consultaban un diccionario chino–inglés y luego otro inglés–español, lo cual costaba mucho tiempo y energía. Durante las clases, consultaban a otros compañeros en inglés con voz baja , con lo que apenas lograban captar una idea general de lo que el profesor explicaba; en algunos casos, necesitaban que los compañeros de países hispanohablantes con mejor dominio del inglés les tradujeran el contenido al español. Los estudiantes coreanos y japoneses tenían una mayor capacidad para reconocer los caracteres chinos, y lo escrito en la pizarra les resultaba relativamente más fácil de entender; en cambio, para los demás alumnos, aquellos caracteres no eran más que “letra indescifrable”. Los estudiantes españoles que no habían preparado bien la clase a menudo se quedaban con la mirada perdida, y a mí me costaba muchísimo esfuerzo avanzar un solo tramo de la lección, lo cual afectaba seriamente el progreso de la enseñanza. Algunos se desanimaron ante las dificultades y unos pocos incluso abandonaron. En aquel entonces, yo anhelaba que existiera un manual de chino diseñado específicamente para estudiantes cuya lengua materna fuera el español.

En 1994, el departamento me asignó una clase compuesta principalmente por estudiantes de Europa del Este. La mayoría eran de Polonia, Hungría, Austria, Chequia, Rumanía, Bulgaria y Yugoslavia, y solo había unos pocos estudiantes de Asia y del norte de África. Las chicas de Europa del Este eran todas muy guapas: rubias, de ojos azules, de piel clara y bastante altas. En clase no solían hablar mucho, aunque cumplían bien con sus tareas. Recuerdo a una estudiante yugoslava llamada Shauna, que era muy aplicada, obtenía buenas notas y participaba con frecuencia en clase; por ello, su expresión oral era bastante fluida. Los chicos, en su mayoría, eran altos y atractivos, con el pelo rizado y la nariz prominente. Durante las clases, todos abrían bien los ojos y escuchaban con gran atención; al interactuar, creaban un ambiente que resultaba muy agradable. También había algún estudiante travieso, que llegaba tarde o faltaba a clase, pero eran casos aislados. En general, el progreso de la enseñanza era estable y el ambiente en el aula, animado y armonioso.

Entre ellos había un chico llamado Sangzolan, inteligente y aplicado, al que le encantaba levantar la mano para responder. A veces, sus frases resultaban ingeniosas y divertidas, lo que hacía que sus compañeros estallaran en carcajadas y el ambiente de la clase se volviera sumamente relajado y agradable. Yo solo era su profesora de comprensión auditiva y de expresión oral, pero los demás docentes —de lectura intensiva, lectura de prensa, redacción y literatura— también tenían una impresión muy positiva de él, pues era un estudiante que no solo amaba aprender, sino que sabía cómo aprender. Recuerdo que en una ocasión sus padres me invitaron a su casa, y fue entonces cuando supe que era hijo de un diplomático y que vivía en el apartamento diplomático de Sanlitun. Su padre era consejero comercial de la embajada, encargado del comercio entre Yugoslavia y China. Al conocerme, lo primero que hizo fue darme las gracias y contarme que su hijo hablaba a menudo en casa de mis clases y de lo mucho que le gustaba mi forma de enseñar. Después conversamos también sobre la amistad entre nuestros dos países. Yo le respondí que era mi deber y que no hacía falta agradecerlo.

Sangzuolan tenía una buena base de chino, gran capacidad de comunicación y destacaba tanto en la expresión oral como en la escrita. Recuerdo que obtuvo excelentes resultados en los exámenes de nivel de chino. Hoy en día, ha seguido los pasos de su padre y se ha convertido en un brillante diplomático. Comenzó como agregado y fue ascendiendo a primer secretario, segundo secretario, tercer secretario y consejero, hasta llegar a ocupar el cargo de ministro consejero.

La Escuela de Chino de la Universidad de Lengua y Cultura de Beijing (BLCU) tiene su origen en el Primer y Segundo Departamento del entonces Instituto de Lenguas de Beijing. El Segundo Departamento comenzó a admitir estudiantes extranjeros de grado en 1978. En 2008, con motivo del trigésimo aniversario, me encontré con Sangzuolan en los actos conmemorativos: ya había crecido y madurado. Me contó que era ya el embajador de Serbia en China. Después de tanto tiempo sin vernos, nos abrazamos emocionados y compartimos todo lo vivido durante los años de ausencia, con lágrimas de alegría en los ojos. Como profesora, sentí un orgullo inmenso. Ese mismo día también me encontré con Magueis, un estudiante tunecino, que entonces era consejero político de la Embajada de Túnez en China. En la celebración del trigésimo aniversario nos tomamos una foto muy valiosa: él, yo, y el profesor Li Xiaoqi de la Universidad de Pekín, con el edificio principal de docencia de BLCU como fondo. ¡Quién iba a pensar que aquellos chicos crecerían tan rápido!

Recuerdo que en mi clase había una estudiante asiática llamada Zhang Jiaqi, a quien fui tutora de su trabajo de fin de grado. El tema que eligió fue “El significado histórico y los logros de los siete viajes al Océano Occidental de Zheng He”. Durante todo el proceso de concepción y redacción del trabajo, se mostró muy proactiva: podía seguir las bibliografías sugeridas por los profesores, acudir a la biblioteca a buscar los libros de referencia, leerlos con atención, subrayar los pasajes relevantes y tomar notas de lectura. En el proceso de recopilar estos materiales esenciales, formular sus propios argumentos, exponer evidencias y llegar a conclusiones, solía venir a mi casa con frecuencia. Yo le respondía pacientemente y la guiaba paso a paso para completar el trabajo. Durante nuestras charlas informales, supe que sus padres eran chinos emigrados a Tailandia desde hacía muchos años y que tenían un hotel de categoría internacional de doce pisos. Durante la temporada alta de turismo, recibían visitantes de todo el mundo, especialmente turistas procedentes de China. Tras graduarse y regresar a Tailandia, Zhang Jiaqi planeaba ayudar a su madre a gestionar el hotel y recibir a más huéspedes.

Una vez seleccioné a cuatro chicas de estatura similar para ensayar un pequeño coro femenino. Elegimos canciones como “Jasmine Flower”, “Canción de Kangding” y “Historia de una pequeña ciudad”. Todas practicaban con mucho entusiasmo. Al cantar en chino, era imprescindible que la pronunciación fuera clara, así que corregía cuidadosamente a cada una, una por una. En esta clase había una estudiante árabe que también quería participar en el coro. Al principio no la seleccioné porque era un poco bajita, pero luego accedí a incluirla y le regalé un par de zapatos de piel de tacón medio. El grupo resultó bastante buena y la presentación fue un éxito.

La enseñanza al grupo “pequeña ONU estaba compuesta por elementos muy diversos. La interacción entre los estudiantes —usando indicaciones en inglés y comunicándose entre ellos— permitía que aquellos que se sentían perdidos en clase pudieran seguir el ritmo del profesor lo más rápido posible, lo cual era, sin duda, un buen método. Sin embargo, yo también soñaba con enseñar una clase de estudiantes que compartieran la misma lengua materna.

En 1983, acompañé a mi esposo a La Habana, Cuba, y tuve la oportunidad de acceder gratuitamente al Instituto Nacional de Lenguas José Martí para perfeccionar mi español. Tras superar los exámenes correspondientes, obtuve el diploma y mi fluidez oral mejoró notablemente.

En 1996, nuevamente acompañé a mi esposo a Madrid, España, y durante ese tiempo conocí al sinólogo español señor Iñaki Preciado Idoeta. Siguiendo las sugerencias y el ánimo de los profesores Cen Chulan y Dong Yansheng, comencé a colaborar con él en la elaboración del libro “Nuevo Pensamiento Chino”.

En 2002, el gobierno chino apoyó la construcción de un aula multimedia en la Universidad de La Habana. Fui enviada por el Ministerio de Educación de China para convertirme en la primera profesora de chino de dicha universidad. Me costó un gran esfuerzo aprender a usar todo el equipo, pero pensé que sería una oportunidad perfecta para probar, mejorar y revisar “Nuevo Pensamiento Chino”, algo realmente único e invaluable.

Durante mi enseñanza en la escuela de chino en España, organicé y resumí mis planes de clase en materiales visuales y gráficos, creando presentaciones que, al introducirse en la consola principal, podían ser leídas por los estudiantes en sus propios ordenadores. Este método tan visual resultó ser muy eficaz. De este modo, pude implementar finalmente mi idea de formar una clase completa compuesta únicamente por estudiantes cuya lengua materna fuera el español.

Sin embargo, este tipo de organización también presentaba desafíos: en una misma clase había tres o cuatro niveles diferentes de estudiantes, lo que exigía que el material didáctico fuera flexible, de manera que cada alumno pudiera aprender contenidos acordes a su propio nivel. Por ello, en “Nuevo Pensamiento Chino” adopté el método deductivo, es decir, enseñar primero de manera general y luego desglosar los contenidos.

En la enseñanza de los caracteres chinos, introduje la sincronización de reconocimiento de caracteres y pronunciación, eliminando así los “obstáculos” que los caracteres suponían para los estudiantes. Al destacar la enseñanza por componentes y utilizar métodos de reconocimiento concentrado y comparativo de caracteres, el 98 % de los estudiantes logró dominar en el primer semestre la técnica de descomposición de caracteres, y pudo escribir 1.568 caracteres clasificados según los radicales.

Desde el inicio de la enseñanza de los caracteres chinos, les enseñé a los estudiantes extranjeros la estructura básica y las formas de combinación de los caracteres, para que desde el principio tuvieran una comprensión completa del sistema de escritura chino. Posteriormente, les enseñé los radicales, de manera que pudieran aprender a descomponer y combinar los caracteres por sí mismos, sentando una base sólida para el aprendizaje autónomo de los caracteres. Así, cuando llegara el momento de enseñar conversación, las palabras nuevas ya no representarían un problema.

Además, considero que primero se debe enseñar a los estudiantes a hablar, de modo que puedan comunicarse en la vida diaria, y solo después trabajar en el uso preciso del vocabulario, perfeccionando su expresión al máximo.

Considero muy importante que los estudiantes desarrollen confianza en su aprendizaje y aprendan a dividir lo complejo en partes manejables y a simplificar lo complicado. Yo los animaba diciéndoles: “El chino no tiene artículos, los sustantivos no distinguen género, los verbos no cambian de forma, y con solo dominar más de 3.000 caracteres básicos, ¡podrán leer un periódico!”. Con este objetivo en mente, los estudiantes se esforzaban aún más en sus estudios.

A los jóvenes profesores les decía: “Las estructuras de las oraciones en chino son limitadas. Enfatizar la enseñanza de las estructuras es como dar a los estudiantes una pequeña embarcación que los llevará a la orilla del éxito. Una vez que dominen las estructuras básicas, podrán generar de manera autónoma muchas más oraciones por analogía, y así, de forma natural, podrán formar párrafos, textos y capítulos completos”.

Les recordaba a mis estudiantes hispanohablantes: “Después de la mayoría de los textos, he incluido una sección especial llamada ‘Comparación chino–español’, donde se comparan el chino y el español, así como la cultura china y la de los países hispanohablantes. Deben prestar especial atención a esta parte cuando hagan la preparación previa de la clase.”

La práctica docente me ha enseñado que, al explicar las diferencias lingüísticas y culturales entre China y los países hispanohablantes, y al centrarse en ayudar a los estudiantes a resolver dudas y dificultades de aprendizaje, el método de pasar de una comparación simple a una comparación más profunda hace que la enseñanza sea mucho más efectiva.

Los estudiantes, a través de este aprendizaje de gramática que va de lo fácil a lo difícil, de lo superficial a lo profundo, pueden dominar mejor la gramática del chino. Al mismo tiempo, este enfoque también ayuda a los estudiantes a adquirir conocimientos sobre la cultura china y a alcanzar un nivel más avanzado de competencia en chino.

Durante las sesiones de planificación colectiva, todos comprendimos profundamente que el docente actúa más como un director de escena: los verdaderos protagonistas del aula son los estudiantes. La función del profesor es enseñarles a pensar y a aprender por sí mismos. Todos los docentes coincidimos en que los estudiantes extranjeros valoran la independencia y la creatividad, y que la enseñanza basada únicamente en la transmisión de contenidos no funciona con ellos. El profesor debe esforzarse al máximo por motivar a los estudiantes y fomentar la interacción, para que el ambiente en clase sea dinámico. La práctica docente ha demostrado ampliamente que este método es efectivo.

Un estudiante llamado Ángel, de 23 años y partiendo de “cero”, utilizó un software de caligrafía china y, en tres meses, escribió más de 800 caracteres que incluían más de 50 radicales de manera ordenada. Un año después, ya podía redactar composiciones de más de 900 caracteres, con contenidos vivos y entretenidos.

Enseñar a los estudiantes a aprender chino de manera autónoma es la tarea primordial del docente. Por ejemplo, el estudiante César utilizó la computadora para estudiar de forma independiente y compiló miles de caracteres en sus notas de clase.

También tenemos el caso de María, una estudiante de más de cincuenta años y doctora en medicina, que partió desde cero. En apenas dos años, tras completar el segundo volumen de Nuevo Pensamiento Chino, podía consultar de manera independiente diccionarios chino–español y español–chino, y redactar composiciones de 1.534 caracteres. En sus textos, describió vívidamente su trayectoria académica, presentó en detalle el Instituto Nacional Cubano de Cirugía Cardiovascular y Linfática, y narró todo el proceso de obtención de su doctorado junto con sus complejas experiencias personales.

El ejemplo de María demuestra que los estudiantes con un alto nivel educativo previo tienen una gran capacidad de aprendizaje autónomo: al “guiarlos en la puerta” y enseñarles los métodos adecuados, se pueden obtener resultados mucho más eficientes.

Tras un entrenamiento integral en comprensión auditiva, expresión oral, lectura, escritura y traducción, los estudiantes podían comunicarse con fluidez en chino. Algunos estudiantes de tercer año de licenciatura de la Universidad de La Habana habían cursado estudios de intercambio en universidades de Shanghái, Pekín, Cantón, Suzhou y Dalian, y participaron en el concurso “Puente Chino” en China, obteniendo excelentes resultados: Wu Di ganó el primer lugar en la sede de Shanghái, Dai Na obtuvo el segundo lugar en Pekín, y Li Li el tercer lugar en Suzhou. Todos ellos podían dar discursos fluidos en chino. En cuanto a talentos especiales, Wu Di podía cantar canciones chinas, Dai Na escribía hermosos caracteres chinos, y Li Li realizaba demostraciones de artes marciales, todos con gran destreza.

Los volúmenes primero y segundo de Nuevo Pensamiento Chino se probaron en los cursos para adultos y estudiantes de licenciatura de la Universidad de La Habana, mientras que el tercero se completó y se ensayó en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba. Varios de estos alumnos diplomáticos ahora trabajan en la embajada de Cuba en China, y la mayoría de ellos son egresados de la década de 1980 de universidades como la de Pekín, BLCU y la Universidad de Comercio Internacional y Economía. Ya sea como agregados, cónsules, primeros secretarios o consejeros, todos son talentos que hemos enseñado y que dominan el chino. En la promoción del comercio bilateral y del intercambio cultural, todos se muestran sumamente activos. Por ejemplo, el señor Bai Shide, quien fue director del Departamento de Asia del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba y pasó muchos años como embajador en China, es un destacado representante.

Diferentes países, culturas muy diversas, condiciones de vida y de enseñanza totalmente distintas, así como complejos entornos humanos y naturales, ponen a prueba el conocimiento, la sabiduría, la voluntad y la fe del docente. Nosotros somos fieles a nuestro deber; navegamos contracorriente, superando todo tipo de dificultades y obstáculos; con una fortaleza extraordinaria, perseveramos y, como las grullas, difundimos la lengua y cultura china. Tenemos un ideal común: dar a conocer China al mundo, permitir que los pueblos del mundo comprendan mejor nuestro país y contribuir a que nuestra patria sea cada vez más próspera y fuerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

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